Reseña / Esdras Camacho
En el libro “Así se escribe un cuento” del argentino Mempo Giardinelli –traducido a más de veinte idiomas– conversa con distintos autores latinoamericanos sobre el cuento en específico. Los autores agregan anécdotas sobre el oficio de escribir, todos revelan sus métodos.
El cuento, o novela “Aura” de Carlos fuentes, nace de los mitos escuchados, de la necesidad humana de preservar la fantasía para soportar la realidad, creando sin tomar conciencia conexiones metafísicas con otros.
Ahí explica que la literatura se nutre de otras artes, como el cine, justo ahí le dice a su entrevistador que uno de los ingredientes de “Aura” es haber visto repetidas veces, junto al también escritor Julio Cortázar, una película de 1953 del autor japonés Kenji Mizoguchi, “Los cuentos de la luna pálida de Agosto”.
La trama se desarrolla en un ambiente campestre, en la que el agricultor Genjuro trabaja afanosamente en el campo primero y luego en la cerámica, para a su vez ganar lo suficiente para ofrecer a su esposa una mejor calidad de vida. Otro personaje masculino de relevancia es Tobei, quien anhela con locura convertirse en Samurái. La estabilidad se ve interrumpida por el estallido de una guerra.
La esposa del primero, le dice que se conforme con lo que tienen y que no arriesgue su vida yendo a la ciudad por unas monedas más, que es suficiente, con lo que cuentan en el hogar pueden vivir, no obstante él dice que nada le pasará y que a grandes crisis, grandes oportunidades.
Miyagi y Ohama son las esposas de Genjuro y Tobeí, una intenta frenar la ambición del alfarero, y la otra desea que trabaje en el campo y se quite las ideas de ser un samuraí.
En medio de la guerra Genjuro y Tobeí, Y Ohama la esposa del segundo, salen de Aldea, con la promesa de volver con mucho dinero para todos, Miyagi y su hijo quedan a la espera. En la ciudad, Tobeí es deslumbrado en su sueño de ser samurái, abandona a su esposa. Genjuro es cautivado por una extraña princesa sobrenatural Wakasa que lo seduce y lo retiene en su palacio, mientras que Ohama al ser asaltada y violada se adentra en un centro de prostitución.
La esencia de la película es lo que en la literatura le han llamado, “Realismo mágico”. Una percepción distorsionada de la realidad, mágica pero verificable.
Dicen que el cine no es para pensar, sino para entretenerse, no es para filosofar, sino solo para divertirse, pero inevitablemente el cine ayudará a despertar la conciencia en el espectador, él, a salvo de los dramas y la pasión de los personajes, podrá tomar para sí, las lecciones de vida, de ciertas respuestas a ¿Qué pasaría si…? Qué hubiera pasado si en vez de hacer esto, hago lo otro?. Entre otras cavilaciones, que bien sé que sucede mientras vemos cualquier filme.
La película, obra deslumbrante de principio a fin, navega entre el exotismo, la fantasía y lo sobrenatural, filmada en blanco y negro, con tomas fotográficas sorprendentes aun en nuestros días.
El vestuario utilizado es sobresaliente por su elegancia, razón por la que fue nominada a los premios óscar en 1955.
La crítica que más me ha gustado es la del profesor y también cineasta Jean Douchet: «KENJI MIZOGUCHI representa para el cine lo mismo que J.S. Bach en la música, Cervantes en la literatura, Shakespeare en el teatro o Tiziano en la pintura: el más grande.»
Jean Douchet.-
De las películas inolvidables.
Título original: Ugetsu monogatari.
Año: 1953.
Duración: 96 min.
País: Japón.
Dirección: Kenji Mizoguchi.
Guion: Matsutaro Kawaguchi, Yoshikata Yoda.
Música: Fumio Hayasaka, Tamekichi Mochizuki, Ichiro Saitô.
Fotografía: Kazuo Miyagawa (B&W).
Reparto: Machiko Kyô, Mitsuko Mito, Kinuyo Tanaka, Masayuki Mori, Eitarô Ozawa, Eigoro Onoe, Ichisaburo Sawamura, Ryôsuke Kagawa, Sugisaku Aoyama.
Productora: Daiei.
Género: Drama, fantástico.