Domingo, 21 de septiembre de 2025

Revelaciones oníricas

Ahí estaba yo pensando, mientras ellas hablaban, si eso de casarse y tener hijos que luego pueden ser esclavos sistemáticos es lo aceptable, lo que debe ser por mandato divino y social.


Por rotativoenlinea.com

31 de diciembre de 2022 Actualizado a las 06:12:13

La mujer que soñó con un hombre delgadísimo de Medio Oriente

Damaris Disner* / rotativoenlinea.com

Soñé con un hombre alto y moreno, su fisonomía era tipo árabe. Sabía que era mi destino estar con él, pero apenas lo había conocido. También tenía la certeza que no podía escapar del designio. Y lo abracé como si una fuerza indescriptible me empujara a él, como si fuéramos dos imanes que deben rendirse ante la inminencia del encuentro.

Cuando lo abrazaba me sentía extraña, era demasiado delgado y muy alto. La música sonaba y comencé a relajarme. Mi cabeza y cabellos se pegaron a su pecho escuálido, casi juro que podía escuchar los latidos que provenían de allí. Cuando abandoné la resistencia disfruté el calor de su cuerpo, puedo evocar aún su intensidad.

Él era rico, algo así como un príncipe. Y cuando escribo esto recuerdo algunos poemas de la puertorriqueña Olga Nolla. Había una mujer que esperaba algo de nosotros. Era su hermana, insatisfecha con nuestro encuentro. Lo demás ya es confuso. La certeza que tengo es que él deseaba estar conmigo y yo me complacía de acompañarlo. Había un bufet y una misión que debíamos hacer juntos.

Tal vez el sueño se detonó, porque ayer en una cena con mis vecinas del fraccionamiento donde vivo, una de ellas preguntó que con quién vivía yo. Llevo más de un año aquí y es mi primer acercamiento para conocerlas. La época navideña fue el pretexto para que convocaran a reunión.

Entre recetas de cocina, achaques de la edad, operaciones, muertes inesperadas de vecinos, los hijos que crecen y se van, pero también esos mismos hijos que ya no quieren casarse ni tener descendencia, pienso que tal vez para no comprometerse o limitar sus sueños, son los mismos que se esclavizan a un trabajo.

Ahí estaba yo, entre mujeres de 60 años en adelante, hablando que la mayoría vivíamos solas. Ellas, tal vez, divorciadas o viudas, con esos hijos libres de hijos pero esclavos de un sistema devorador de emociones, sediento de lujos y escaparates profesionales.

Ahí estaba yo, sin hijos humanos pero con la evocación constante de uno de cuatro patas que tuvo fecha de viaje interplanetario el 15 de julio de 2022. Y con una hija de bigotes blancos y cola látigo que exige su desayuno aún antes que nos levantemos de la cama, con la mirada fija sobre mí que hace que abra los ojos para vernos frente a frente.

Ahí estaba yo pensando, mientras ellas hablaban, si eso de casarse y tener hijos que luego pueden ser esclavos sistemáticos es lo aceptable, lo que debe ser por mandato divino y social.

Ahí estuve yo, cenando ensalada, molletes, un sublime pastel de zanahoria,  champurrado, atún parecido al salpicón que hacía mamá, mientras hablaban que vaticinaron una hambruna y millones morirán aplastados por grandes multitudes. Que ya había empezado a suceder en Turquía o en China. Alguien decía que no era China, de seguro fue en Turquía o en algún país árabe. Que todo sucedió porque los jóvenes salieron a protestar y fueron interceptados por hombres con espadas, al recular comenzó la masacre de una estampida humana. Ahora recuerdo que el libro de Yuval Noah Harari Homo Deus, Breve historia del mañana, comenta que la hambruna, la peste y la guerra son los tres mismos problemas que causaron el mayor número de muertes en la humanidad, en diferentes épocas.

Estoy segura que de ese pasaje desolador se formó el hombre árabe delgadísimo. Yo, que siempre soy la segunda al dar el paso en cuestiones de cortejo, fui la primera que lo atrajo hacía mí para abrazarlo, a pesar de la mirada vigilante. Creo que se reveló para reafirmarme que el camino andado fue elegido por mí. Que preferí no tener hijos porque los tiempos no son propicios para seguir poblando el planeta, que decidí acompañar a la niñez para sanar mis propias heridas y atenuar las de ella, que hacer un trabajo de introspección diario es cuidar mis pasos para no cometer tropelías conscientes contra alguien más, que está bien como soy y la vida que llevo, que está bien como son ellas y como viven. Que nadie vino a cumplir expectativas ni mandatos de alguien más, y eso nos lo recuerda Pinocho de Guillermo del Toro, pero eso…podría revelarse en otro sueño.

Crédito de la imagen: Autorretrato realizado por una joven de la Casa Hogar para Adolescentes del DIF estatal de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Representó a su yo actual, cuando se case y cuando sea universitaria.

*Damaris Disner, escritora, tallerista y terapeuta holística, confía en los sueños como una herramienta literaria y de introspección. Explorarlos es una posibilidad para visibilizar redes psicoemocionales y universos creativos. Revelaciones oníricas pretender ser un ejercicio constante y necesario para abrazar a la memoria. Contacto con la autora: [email protected]